El Imaginero

ESPACIO-DIFUSIÓN

5.09.2005

Impredecible.

Eso pienso cada vez que me dirijo al trabajo. Caminando sobre el asfalto deteriorado del distrito surquillano y esquivando miradas de los protagonistas de este día impredecible. Uno no sabe qué sucederá hasta que sucede. Y cuando esto ocurre, uno se pone a pensar en porqué sucedió. Luego dices: “maldita sea si esto me iba a ocurrir entonces no habría pensando en despertar y levantarme de la puta cama”. Pero sucede, porque la vida es impredicible. Como adivinar el color de tus ojos cuando estas con gafas oscuras. Claro, no eres un Bob Dylan ni Leu Redd, pero tienes gafas negras y todas las personas que conoces, o desconoces, siempre quieren saber el color de tus malditos ojos, cuando no son azules. Entonces se quedan pensando y se preguntan: ¿tendrán los ojos del color que espero? No. No sabes. Tienes que quitarle las gafas oscuras (réplica bamba de unos Arnette) y ver si en verdad son como deseas. Pero como no lo conoces, ni sabes cómo reaccionará ante tu arremetida, sigues con la hostigosa interrogante.
Es como la vida y tu camino hacia ella. Te levantas todos los días y no sabes qué sucederá. Puedes tener un plainnig programado para el día; y también puedes cumplirlo; y también puedes hacer todo lo que la maldita secretaria haya anotado en tu agenda; como también puedes escapar de la rutina y no hacer nada de lo que tenías planeado. Entonces fugas de la oficina y te diriges a la calle. Ves a la gente caminando por todos lados, y te preguntas si ellos saben qué es lo que sucederá con sus vidas el día de hoy. Tu no sabes qué sucederá contigo, saliste de ese lugar sin ganas de regresar, pero estúpidamente cruzas la calle pensando en qué sucederá con tu vida y te atropella un auto. Suerte que no sufres lesiones graves que provoquen dolor. Suerte que no se te llegó a fracturar ningún hueso. Suerte que un golpe en el cerebro provocó tu muerte instantánea. Ahora muerto no sabes qué sucederá hoy, o mañana.