CUARTO

Hay noches de duelo en mi habitación, días de verano y tardes donde quiero sacarle la mierda a cualquiera. También partes medianamente oscuras donde se esconden mis escrúpulos; y penas que observan tras la imagen de Mundhoney en 25x10. No existe fotografía mía alguna, pero hay un espejo decorado con semen y grasa de acné que se burla diariamente. Marley escapa de su gélido soporte y saluda, me invita a fumar temprano para entender el día. Luego la rutina. Luego el estrés. Luego calaveras velan mi sueño con sus gritos de ultratumba y los llamados de la canción perdida en repetición. Ahí despiertan los amigos reciclados en caja de zapatos, junto a la hierba, los papeles y ese tequila sin acabar que dejó Mike Love. Hay personas leyendo a Bukowsky en el respaldar de mi cama pero nadie me invita a tomar. Será hora de insultar y largarlos de mi cuarto-bar, antes de que pierda ese destello que me hace pensar. Sólo contigo.
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Y en esos cuartos bares, los chicos solían ir s otros mundos, empujaban puertas resquebrajadas, se comían las uñas, se tocaban por estar seguros que no estaban en la antesala de un averno o una cámara rojiza. Rojiza como el odio de los solitarios, los desarraigados y luego el solsticio interviniendo entre los alterados sentimientos y plaf, nada, de pronto nada. Y ver caer algo de lluvia en la tarde del verano, como si pudiera curarnos y no, es lluvia barro, es lluvia mortal.
Transmite mucho tus palabras.
Saludos.
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